El periplo de les fabes

En la niebla que baja de los picos y en el silencio de los prados, crecen les fabes que han hecho famosa a una tierra. No es solo una legumbre: es el resultado de manos que conocen la estación, la paciencia y el respeto por el suelo.

Les fabes piden suelo profundo, suelto y bien drenado, con buena materia orgánica. Una tierra pesada que retenga agua favorece enfermedades y una tierra pobre reduce el tamaño y el sabor. Los productores tradicionales seleccionan semillas de años anteriores —semillas escogidas por su textura, tamaño y adaptación al clima asturiano—; para garantizar la calidad que caracteriza al producto.

La siembra suele hacerse en primavera, una vez pasado el riesgo de heladas tardías y cuando el suelo ya está templado y trabajable. En Asturias, eso equivale normalmente a finales de Abril, Mayo o incluso Junio, dependiendo de la altitud y las heladas de ese año.

Muchos productores combinan técnicas tradicionales (siembra manual y cuidado visual) con prácticas agronómicas modernas —rotación de cultivo, abonado orgánico y elección de fechas según microclima— para obtener la faba que exige el mercado y la mesa.

La recolección no es una fecha concreta del calendario sino un gesto: se recogen cuando las vainas han alcanzado su tamaño óptimo y la semilla se siente firme dentro de ellas. En la práctica, la cosecha suele realizarse a finales del verano o a principios de Otoño —Agosto y Septiembre—, aunque varía según la variedad y la meteorología de ese año.

Las respuestas de los productores suelen ser sencillas y profundamente sabias: rotación de cultivos, mejora constante del suelo, selección de variedades adaptadas y cuidados manuales cuando la tecnología no es la respuesta.

El valor del trabajo humano

Detrás de cada faba hay decisiones tomadas por alguien que conoce el producto y la tierra. Ese conocimiento, transmitido de generación en generación y afinado por la experiencia, es tan esencial como la propia semilla.

Proteger y valorar a quien cultiva fabes no es solo pagar un precio justo: es reconocer prácticas sostenibles, esfuerzo físico, horas de observación y el riesgo asumido ante un invierno crudo o un verano seco. Les fabes no surgirían sin esa mezcla de paciencia, técnica y cariño.

Cuando en nuestras sidrerías servimos una fabada cocinada por nuestras guisanderas, servimos tierra trabajada con respeto, manos que recolectan con pasión y un oficio que merece reconocimiento.

Tierra Astur Poniente
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